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Libros y ajedrez

Piezas de ajedrez

Hoy me despertaron con una de esas noticias que no quieres oír nunca: alguien había muerto durante la noche. En este caso fue una tía queridísima que, para bien y para mal, no veía tan seguido, pero eso no significa que no la sintiera cercana y mucho menos que su muerte me sea indiferente. De hecho me desperté pensando en que pronto hablaría con ella porque en 12 días era su santo, y aunque para mí eso no significa nada en sí, significaba algo por lo que sé que era para ella. Era la única persona en el mundo que, casi sin excepción, me llamaba el día de San Mauricio. Ni siquiera sé qué día es ese, pero sé que es algún día de septiembre donde siempre podía esperar su llamada.

Hace 5 años que mi tío, su esposo, falleció un 24 de diciembre. También fue una noticia muy dura en un día complicado, por decir lo menos, por todo lo que pasa en el mundo. Fue difícil incluso moverse por la ciudad para ir a ver a mis primos y a mi tía, aunque, por supuesto, eso no impidió que llegáramos.

Con todo esto, me he puesto a pensar que ella estaba muy orgullosa de mí. Siempre le interesó estudiar y que su familia estudiara; me llamó y me dijo con cariño y orgullo que le daba gusto que terminara la maestría. Nunca se lo dije, pero en parte eso se lo debía a ella; me explico: cuando ella era joven, México era muy diferente. Nunca pudo ir a la universidad porque mi abuelo no quiso (macho mexicano de principios de siglo XX), por lo que su educación formal terminó pronto pero no así su propia educación. Ella leía mucho y aprendía todo lo que podía, por lo que se casó con un hombre que apreciaba el conocimiento como ella. Siempre que iba a su casa veía paredes llenas de libros, juegos de ajedrez a medio terminar, música de calidad puesta en el estéreo, etc. Mis primos crecieron en un ambiente de mucha cultura, y yo podía compartir eso cada que los visitaba. Así recuerdo la casa de mis tíos: libros y ajedrez.

Mi papá es el hermano menor de una familia grande; mi tía era de las mayores y, por lo tanto, fue otra mamá en muchos sentidos. Le enseñaba libros y le pedía que los leyera; le preguntaba qué había entendido y discutía con él los temas que contenían. Tal vez mi papá no lo sepa, o tal vez no lo vea como yo, pero él estudió y llegó a hacer muchas cosas gracias a que mi tía se interesó en su educación. Como si fuera poco, el esposo de mi tía, mi tío, fue maestro de mi padre e incluso su asesor de tesis. Gracias a ellos —o al menos en gran medida— mi papá conoció el amor por los libros y el estudio, y ese amor no sólo se quedó en él, sino que llegó a mí y a mis hermanos.

Nunca se los dije, pero aunque no haya sido directamente, el amor que profesaban por los libros y el estudio es lo que me ha hecho estudiar a mí. Ahora ya es tarde para decírselos.

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